lunes, 21 de junio de 2010

Pensaba...

en Pedro. Atractivo, varonil, amistoso! Me entiende, me mima y en esta ultima visita me sorprendió.

Cuando hablamos la primera vez y nos dimos cuenta que podíamos darnos mutuamente algo especial le solté mi norma habitual. Yo se la chupo, el me la mete, pero el contrario no!

Mis dos primeras visitas a su casa, en momentos que ambos tenían libres y sin tener que justificar ausencia, fueron agradables. Me metía en mi garaje, me vestía, me pintaba, salia de allí en coche directo a la calle trasera, mis gafas de sol gigantes puestas para que no me conozcan, recorría los dos kilómetros que me separaban de su casa, aparcaba a unos 30 metros de la entrada e iba caminando hasta allí rezando para que nadie se fije demasiado en mi.

Una vez en el interior charlábamos un poco, besando nos, acariciándonos, y luego hacíamos el amor suavemente, como dos enamorados.

Ayer cuando hablamos me dijo que le hacia mucha ilusión que vaya desnuda, solo con un corpiño por debajo del abrigo. La idea me gusto y después de pintarme deslizé mis pantys con ligas en mis piernas, puse unas sandalias negras abiertas de tacones altos, un corset negro que me apretaba la cintura al máximo y me puse el abrigo. El tiempo era lo suficiente fresco para justificar esta prenda que me tapaba el cuerpo. Solo se veían mis piernas por debajo de la rodilla, mis tacones, y un escote muy abierto por debajo del cuello.

Recorrer estos 30 metros sintiendo mis nalgas rozar contra la piel del abrigo y el aire acariciando mi ano fue una sensación excitante. Me tope con un vecino de Pedro pero no hizo gran caso a esta mujer tapada y con gafas oscuras. Mi pelo me protegía bastante la cara y parecía lo que me sentía... una mujer.

Una vez dentro de la casa Pedro me quito el abrigo, me admiro y me dijo que tenia un regalo para mi. Cogió una caja de encima de la mesa y me la tendió. La abrí velozmente y descubrí un látigo. La expresión de mi cara le convenció que me gustaba este detalle y me pregunto si me apetecía probarlo. No tarde en contestar que si y me dijo que tenia otro regalo. Abrió un cajón y saco unas muñequeras de cuero y unas pinzas de pezones. Nunca hablamos de bdsm juntos pero supongo que mas de una vez le deje entender que no me disgustaba ser dominada.

Me llevo de la mano a la habitación amplia, me sentó en la cama pidiendo me que me ponga las muñequeras mientras el ataba una cadena en una horquilla que tenía puesta en el techo. Me llamo y me apreso los pezones en las pinzas. Noté un suave dolor exitante. Me levanto los brazos para unir la cadena a las muñequeras y tener los brazos en alto agudizo el dolor de los pechos. Luego se alejo para mirarme así colgada en medio del espacio de la habitación.

Mi culo mas redondo que nunca por el efecto del corset recibió con placer los primeros latigazos. Suaves, delicados, Pedro no querría hacerme daño a la primera. Me hablaba suavemente, diciendo me lo que le gustaba, lo excitado que era, y sentía la misma excitación invadir mi entrepierna.

Se acerco y me beso antes de decirme que íbamos a empezar. El primer golpe hizo un ruido hasta ahora inaudito y no pude evitar soltar un ligero grito. Los golpes siguientes fueron al unisono y sentía miles de pinchazos en mi culo. Según Pedro era muy bonito así rojo vivo. Se interrumpía de vez en cuando para preguntarme si me gustaba, a lo que le contestaba que si, y volvía a golpear con mas fuerza.

De repente se paro y se acerco a mi. Me dijo que iba a hacer algo que yo no querría pero que era suya hoy. Me afirmo que así empalmado no me parecía a su zorra, y que tenía que sentirme mujer de verdad, no como ahora mismo motivada por el deseo sexual. Se arrodillo delante de mi para empezar a chuparmela. Sus manos jugaban firmemente con mis nalgas doloridas y la mezcla de dolor y placer me excito mas todavía. La verdad es que fue muy placentero venirme en su boca.

Una vez quitado el deseo sexual empecé a sentirme mujer por el hecho de así estar vestida y por estar llamada como tal por un hombre. También notaba mas el cansancio y mis piernas temblaban un poco. Entonces fue cuando Pedro me pregunto si estaba dispuesta a seguir con nuestra relación. Le dije que si y para demostrarle mi buena fe me di la vuelta presentándole mi culo donde se dibujaba en rojo las marcas del látigo.

Pedro tenía razón en cuanto a mi sentimiento. Según pasaban los minutos me sentía mas mujer. Los golpes marcaban mi culo, me sacaban gritos, pero notaba una excitación diferente a la anterior, una necesidad que eso no pare nunca.

Cuando mi amante vio que estaba agotada, que las lágrimas y la baba inundaban mi cara y mis pechos, se acerco a mi, me beso deliciosamente, comiendo me la boca, y me rodeo para acariciarme el culo. Este roze de sus manos ardía en mi trasero y de repente note como la punta de su polla estaba a punto de penetrarme. Me hizo suya antes de que pueda reaccionar y ya no sabía si estaba empalmada, loca, si me dolía todo, solo que era mujer, una mujer llena, una mujer poseída, y me corrí al mismo tiempo que el. No sé si me corrí eyaculando, si me corrí en mi cabeza, pero si sé que fue la mejor experiencia de mi vida hasta el momento.

Se alejo de mi, miro el reloj, y me dijo que nos quedaba un poco de tiempo y que me iba a dejar atada así durante 10 minutos para que pueda pensar en mi condición de sumisa.

Fueron los diez minutos mas largos y mas cortos de mi vida. Mas largos porque mis piernas ya no me sostenian, temblaban, me dolían, me ardían el culo, los pezones, mis pies parecían fundidos en las sandalias, y mas cortos porque en mi semi inconsciencia era yo, Miriam, disfrutando de sensaciones nuevas para mi.

Cuando vino a desatarme me deje caer en el suelo, y le dije que había reflexionado y que desde ahora vendría una Miriam sumisa a verle.

1 comentario:

  1. Realmente me excite leyendo tu relato, nunca lo habia pensado asi, pero tienes razon, la verdadera sensación de sentirse mujer es sentirse poseida y hasta cierto puto indefensa. Me encanto tu relato. Besos

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